Los Estados Unidos, Corea del Norte y la posibilidad de una guerra “por error”
Por Agustina Bordigoni.
Errores de cálculo, de coordinación y de interpretación sobre las intenciones del enemigo, llevaron hace 67 años a los Estados Unidos y Corea del Norte a enfrentarse en una guerra en la que poco tenían que ganar.
El 25 de junio de 1950 Corea del Norte invadió Corea del Sur, porque estimó poco probable una intervención de los Estados Unidos en el conflicto.
Sin embargo, y en un contexto de Guerra Fría, los Estados Unidos interpretaron esa intervención como un avance de la Unión Soviética y del comunismo. China, por otro lado, entendió la intromisión norteamericana como un peligro para su país, por lo que también decidió participar en esa guerra.
Una guerra hasta entonces impensada, en un lugar poco esperado y con participantes que no supieron, hasta el final del conflicto, cuáles eran sus intenciones. “De este modo, los Estados Unidos se encontraron en una guerra limitada para la cual no tenían doctrina, y en defensa de un país remoto en que habían declarado no tener ningún interés estratégico”, señala Henry Kissinger en su libro “La Diplomacia”.
Estos errores de cálculo le costaron caro a la humanidad: tres millones de coreanos resultaron muertos en el campo de batalla. Con el fin de la guerra, no llegó la paz.
64 años después, el conflicto entre las dos Coreas y los Estados Unidos sigue latente.
Hoy, como en 1950, poco tendrían para ganar los Estados Unidos y Corea del Norte en un conflicto armado.
¿Bastará un error de cálculo esta vez para comenzar nuevamente una guerra? La situación de ambos países ha cambiado.
Pasado el contexto de la Guerra Fría, los Estados Unidos han decidido librar otra guerra alrededor del mundo luego del 11 de septiembre de 2001. Cualquier país que los Estados Unidos consideren, puedan albergar a terroristas o cometer dichos actos (y de ahí la importancia que se le da al hecho de que Corea del Norte invierta tanto de su presupuesto en arsenal nuclear), será atacado “preventivamente” por el gobierno estadounidense.
Otra cosa que cambió en los Estados Unidos es la dialéctica presidencial: si bien sus antecesores siguieron en política exterior, independientemente de su partido, más o menos las mismas líneas de acción, Donald Trump se muestra mucho más intransigente que sus antecesores, al menos en términos retóricos.
Corea del Norte, por su parte, se ha convertido en un país que, aunque extremadamente pobre, tiene a uno de los ejércitos más importantes del mundo. Invierte en él entre un 14 y un 25% de su PBI, lo que representa un gasto de entre US$3700 y US$8100 millones según cálculos del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Esto, sumado a la creciente cantidad de pruebas de misiles y a las constantes amenazas de su propio presidente Kim Jong-un de invadir Corea del Sur y la base militar norteamericana en Guam, hicieron que el gobierno de los Estados Unidos reactivara hasta ahora en términos “diplomáticos” el conflicto.
Así, el gobierno de Donald Trump consiguió que Naciones Unidas impusiera una serie de sanciones económicas a Corea del Norte como castigo por el desarrollo de su programa nuclear. Esto representa para el país la pérdida de 1000 millones de dólares anuales que recibe Pyongyang por sus exportaciones (un tercio del total exportado).
La pregunta es ahora si este conflicto en términos diplomáticos pasará a un conflicto militar.
Ambos presidentes son duros en sus posturas. La amenaza de Corea del Norte fue respondida con firmeza por el presidente norteamericano.
Ahora, como en 1950, un error de cálculo podría derivar en una guerra impensada.
Ahora, como hace más de seis décadas, hay mucho para perder.